DESMAÑADO
Si le tengo miedo a algo es a la complicación creciente de una molestia que me obligue por decreto a pararme por un tiempo. Y después de un largo tiempo corriendo, soy consciente de mi error más recurrente. No prestarle atención a la vuelta a la calma, a estirarse sin pensar en nada, a inspirar con fuerza, a expirar con ligereza. Y por querer darle la espalda a la calma, el contra signo de la amenaza ha colocado una trampa que me ha trabado la zancada. Resultado: un grito rasgado acompañado de un dolor incipiente que me ha hecho apretar los dientes. Paso corto y desmañado que me obliga a vender la valentía. Guardaré las zapatillas. Una vez más pondré toda mi fe en la osteopatía y en pocos días me prometeré cumplir con la obligación de estirar después del sofocón.
Mientras espero cita con Jaume, mi gurú de la osteopatía, caigo en la piscina para intentar recuperar la rutina de unos largos. La piscina está desierta. Es un oasis de verano en un periodo un tanto extraño. Creo que voy a dar el salto con la compra de un gadget que me haga más saladas las sesiones en el agua. Romperé la duda, no soy complicado cuando de lo que se trata es de comprar o pensar.