RUN TRIP - 21: SAN FRANCISCO & F A K SAN FRANCISCO
Nuestra aventura por la Costa Oeste estaba entrando en su acto final. Tan solo nos quedaban dos días y una noche y nuestra última parada iba a ser San Francisco. Entramos en la ciudad por el mítico Golden Gate y condujimos sin grandes aglomeraciones hasta Columbus Avenue. Allí nos alojamos en el Europe Hotel. Tamalpais Motel y Europe Hotel podrían formar una cadena hotelera. ¡Menuda mierda de habitaciones! Pero no habíamos venido a Estados Unidos a calificar sus acomodaciones. Estábamos del otro lado del charco para correr, para patear sus rincones, para acabar exhaustos y para poder dormir en cualquier antro. Hicimos el check-in y salimos a pisar alquitrán. Delante del hotel teníamos dos lugares históricos. Por un lado la librería City Lights y por el otro el Vesuvio Coffee. La librería es una oda a la cultura progresista y el café es una garito con un pasado esplendoroso fruto de los continuos va y vienen de la generación beat. Tomamos un espresso en el Réveille Coffee, justo frente al Vesuvio. Quizás la combinación perfecta del siglo XXI era comprar El almuerzo desnudo en City Lights, pedir un V60 en el Réveille, sentarse en la barra que da a la calle y sumergirse en la lectura levantando la vista de vez en cuando para imaginarse dentro del Vesuvio una noche de perros y humo, humo y whisky.
En fin, dejamos la imaginación aparcada y seguimos nuestro periplo turístico por la ciudad. Toda ruta era buena y sabíamos que teníamos que comernos el día para no tener que pasar por el Europe Hotel. Nos comimos el día pero seguíamos teniendo hambre. Pedimos mesa para cenar en el Firenze by Night. Un restaurante italiano con aires de tiempos gloriosos.. Brilló en la década de los noventa y pese al tiempo, seguía manteniendo cierto esplendor casposo. Cenamos muy bien y acabamos diciéndole al camarero Sono pieno come un uovo cuando nos invitó a dos cannolo con los cafés. Salimos del italiano con ganas de seguir caminando. El hotel nos quedaba algo lejos, pero no teníamos la menor intención de coger un Uber. Al menos en los próximos 45’. De camino, y ya muy cerca del hotel, nos paramos en un bar. Había un grupo tocando en directo. Estaba claro que lo último que deseábamos era meternos bajo el chinche edredón. Pedimos un par de cervezas y les siguieron unas cuantas tandas más. El grupo era bueno y después de casi dos semanas encadenando sesiones de running y kilómetros innumerables de coche, estábamos dispuestos a lanzarnos sin medir las consecuencias a una noche de alcohol. Salimos doblados y tan solo tuvimos que doblar la esquina para ver el letrero de neón del Europe Hotel.
La mañana fue algo más llevadera de lo esperado. Nos dimos una ducha fría y sin pensarlo demasiado salimos a correr por San Francisco. Nuestra última carrera en territorio americano. Fuimos en dirección el mar, corrimos por la bahía de San Francisco, cruzamos los barrios de Embarcadero, North Beach y Marin District hasta alcanzar el Golden Gate. Hicimos el trayecto de ida y vuelta. Sabíamos que era una chorrada, ir para volver. Pero nuestra vida está repleta de chorradas y estupideces. Y una más no se iba a notar. Lo que sí que se notó fueron los kilómetros que fuimos acumulando. Como colofón habíamos hecho la tirada más larga del viaje. Pero no había tiempo para el descanso. Nos dimos una segunda ducha, hicimos el check-out, dejamos las maletas preparadas en el coche y exprimimos las últimas horas visitando Castro District.
Lo que queda por contar no es más que una devolución de pick-up, un vuelo de quince horas con escala en Oslo y un sueño profundo reviviendo los catorce días de nuestro F A K WEST COAST.
Diseño. Ainoa Piñol