PSICODELIA
Dejó aparcada toda la porquería que arrastraba el ser humano. Por fin entendió que él no era el centro y enterró el catalejo. Miraba. Pero desde hacía un tiempo en la región de la comunicación solo habitaban tonterías y fanfarrones. La librería seguía aumentando en elevación, pero los libros ni se manchaban, ni se arrugaban ni cambiaban de ubicación. Estaba dejando de lado al aullido, a la historia de aquel que murió joven y muy bueno, a la escritora belga que escribía en francés. Y todo ello, por dedicarle excesivo tiempo a una relación sin examen ni evaluación entre la imagen y la alucinación. ¡Todo era acojonante! Una psicodelia de virtud por la belleza. El sentido de la vista le estaba quitando sitio a la inteligencia en la corteza.
-¡Más teclas y menos pereza! -gritó y continuó con la sentencia-. Adereza con un filtro y un robado la peor de tus pobrezas.