CANTAMAÑANAS
De cara al muro el horizonte se reduce y a unos cuantos metros de distancia sientes la permanente vigilancia. Los hemos rescatado de las montañas y nos los hemos traído a las ciudades. Pasaciudades para escapar de la permanente vigilancia. Sentados en los despachos tenemos un engrosamiento de tecnócratas escogidos en una cata a ciegas. Pero el perfume que le dejaste aquella noche de verano no lo ha olvidado. Tira el dado y te ha tocado. Ve a su despacho que necesita que desarrolles una vigilancia permanente. ¡Cuan malos podemos ser los seres humanos! Y ahora que estoy de cara al muro mi cerebro se ha pervertido. Sueño con tener un huerto que sea divertido. Cultivaré pepinos, zanahorias, coliflores, brócolis, patatas y si me cruzo contigo te secuestraré para que seas mi espantapájaros. A ti que tanto te gusta mover los brazos mientras parloteas, me serás de utilidad para asustar a los pajaritos que se quieran aprovechar de mi cultivo. Y por favor que no se te ocurra dejar de hacer eso que se te daba tan bien: hablar sin decir nada. Porque a unos metros de ti estaré allí, con mi pasaciudades vigilando permanentemente como crece todo aquello que es verde. ¡Menudo espantapájaros estás hecho, pajarraco! Aunque lo parezca no estoy loco y mucho menos solo.
Hay un exceso de cantamañanas con mucho tiempo para dar consejos a la pantalla. Al otro lado yo ya me he levantado. Una gota de sangre se desliza por su antebrazo. Uno de los parlanchines se ha empezado a desangrar. En unos días su cerebro golpeará el suelo y a su lado no habrá nadie. Su cámara seguirá encendida. Su vida se habrá acabado y la nuestra seguirá caminando de una, dos, tres, cuatro o muchas manos.