NO EXISTEN LAS CARAS PÁLIDAS
Allí donde el sol no se pone no existen las caras pálidas ni nadie se atreve a preguntar qué esperas de la muerte. El terror, como la palidez, tienen la entrada vetada. Lo único que tiene destellos de envejecimiento son los libros que salieron de su celda cuadriculada para llenarse de arena y el índice ensalivado humedeció sus páginas. Imágenes que se acostaron conmigo y me abandonaron en el sueño. Pero quizás solo hace falta un poco de pausa. Un maletero abierto, una cerveza en botella, una luna sin estrellas y una charla muy sincera. Allí donde el sol no se pone no existen las bombas. Respira, respira, respira y avanza sin miedos. Los fantasmas no me esperan detrás de la esquina.