PALOMA
Debo confesar algo. Aquel día yo no estaba solo. Junto a mí, o más bien dentro de mí, había otros pies y otros ojos. Y yo que pensaba que sí lo estaba cuando me encontré desgastando la goma por los caminos de secano que desembocan en el mediterráneo. Polvo y sudor. Silencio y equilibrio. Un banco de hormigón para castigar al holgazán. Y de vuelta la sala entró en un periodo de canícula explosiva. Todo ardió y nada ni nadie se mantuvieron en pie... Es tiempo de aflojar a la presa y volar. Volar como La Paloma y buscar la belleza de sus flores. Entre rojos pasionales y negros de misterio. Entre flashes luminosos y acordes armoniosos. Entre amor y diversión. ¡Y no, no te acerques! No me reconozcas, el pasado está enterrado y no insistas porque todavía escondo brasas que escupen con dureza. ¡Por favor déjalo, no me obligues a abrir el congelador! Sigamos bailando y volando como la paloma. Porque existe un país en el que la luz es suave y su aire huele a pachorra.