IBIZA - LA PALMA
Aquella fatídica tarde, se estiró en la alfombra y dejó que el peso de sus párpados lo removiera hasta la fina arena de la isla blanca. Tumbado y flotando en la antesala de la consciencia, escuchaba el meloso griterío de sus críos. De súbito todo se tambaleó. Abrió los ojos y descubrió que la corriente lo había atollado a la isla de La Palma. Le erupción fue perniciosa y no hubo fuego de vela que suspendiera tal desengaño.