EL ABRIDOR MÁGICO DE BOSTON
He llegado a casa, he abierto la nevera, he agarrado una estrella, le he doblado la chapa con el abridor de Boston (regalo de mi querido amigo Vicenç; el primer sorbo siempre va ligado a ti) y me he sentado a teclear un rato. Unas horas antes estaba al borde del estrellato. Tensión, llantos y varios días acumulados sin deporte. Por suerte para todos, los astros se han puesto de nuestro lado. Para unos, unas horas de alegría que suenan a guinda en el proyecto de vida. Vida de la vida de la vida. Ciclo de amor muy difícil de explicar pero muy sencillo de notar. Para ella un café y una charla, sin cortes ni detención. Con una amiga de infancia siempre dispuesta a romper esa barrera entre la vida de ahora y la de hace unas horas. Para Ipo, el labrador negro que ocupa nuestras vidas desde hace un año, un respiro de tranquilidad. Sin sobresaltos ni estirones, ni abrazos desproporcionados. Y para mí, un sencillo trote por el nirvana que se esconde a escasos minutos del ajetreo del paseo.